miércoles, mayo 25, 2005

A fin de cuentas, lluvia

Sales de casa a caminar. El dia es triste, gris, como siempre. Sin ella nada tiene sentido, y las humedades de otras no logran sino acrecentar su ausencia. De nada sirvió sacar el colchón y reemplazarlo con uno nuevo. No es tan facil sacarla de tu mente, de tu sangre...
Te cansaste de la humedad de tus lágrimas lloviendo sin descanso y, mientras miras a la gente correr a ocultarse, tomas la decisión y sales al descubierto. Tu rostro arde mientras la lluvia ácida lo deshace, pero ya no importa. A fin de cuentas, es solo lluvia

viernes, mayo 20, 2005

La historia de tu vida

Salió a la calle, sin rumbo fijo. La noche era calurosa y el sudor hacía que la ropa se le pegara. Estaba harto del mundo, y harto de sí mismo. Se sentía vacío, reseco. Paró junto a una máquina de sodas y depositó una moneda. Nada. La máquina estaba vacía y se tragó su moneda. Soltó una maldición y siguió su camino. Más allá, las luces de neon de un bar lo llamaron. Entró y pidió una cerveza.

–Invítame un trago y te cuento la historia de tu vida. –le susurró una voz femenina al oído.
Volteó y vio a una chica delgada de labios negros y cabellos rojos, vestida de forma extravagante.
–¿Cómo has dicho?
–Invítame un trago y te cuento la historia de tu vida –repitió.

La frase era tan surrealista que no se le ocurrió otra cosa que señalarle una silla, pedir otra cerveza y empezar a escuchar.

Ella habló. Habló largamente de las cosas más tristes y oscuras de la vida. Habló con una voz ronca, susurrante. Él sólo interrumpía para pedir más cervezas, y la noche corrió como un río de alcohol y palabras donde él se dejó llevar, flotando hacia la inconsciencia.

No llegó a escuchar cuando ella habló del hombre sudoroso que salió a la calle y perdió una moneda en la máquina de sodas, mucho menos de la chica del pelo rojo, y jamás se enteró de cuándo ella habló del colapso alcohólico que sufrió el hombre en el bar.

A la mañana siguiente, los paramédicos sacaron el cuerpo.

martes, mayo 17, 2005

Manipulación

Tengo miedo. Jamás debí darle mi foto. Esto del vudú digital es completamente nuevo para mí, pero ahora sé que existe. Lo sé porque siento en mí los cambios que hace. Sé que juega los más perversos juegos con mi imagen, y me deforma como se le da la gana. No son cambios físicos, no, pero los siento en mi interior. Siento como me estira y deforma, como me recorta y difumina... Sé que cuando termine conmigo seré justo como ella desea, y me habrá amoldado a su capricho. ¡¡Maldito Internet!!

Sus ojos

Sus ojos no me dejaban dormir. Noche y día, día y noche, los sentía revoloteando a mi alrededor. Esos ojos negros me robaban el sueño y el alma. Y por sus ojos mantenía los míos colgados de la ventana.

Hoy, las cosas se han invertido. Me gusta tener sus ojos colgados de mi ventana pero, sin párpados, no lucen tanto.

Felicidad

Estaba dispuesta a todo por conseguir su felicidad; no le importaba si tenía que matarlo para arrancársela.

lunes, mayo 09, 2005

Oz

El mago de Oz se encuentra solo. El verde resplandor de su palacio enmarca su triste figura. Con amargura recuerda el infame trato que firmo con la bruja en un momento de celos. Todos sus poderes a cambio de esa estupida venganza. Y mientras medita tristemente, el tornado convocado avanza.

Si tan solo ella no lo hubiera cambiado por esa bestia alada...

jueves, mayo 05, 2005

La luna mestruante

Hace un calor sofocante, de tan espeso que está ni el aire quiere moverse. Hoy es una mala noche, lo se, lo sabemos. Todos hemos visto esos nubarrones que cubrían el cielo abrir repentinamente paso, despavoridos ellos ante la intrusión de la luna. Esa luna mestruante que amenaza a todo ser vivo desde el firmamento, orunda, agresiva, aplastante; todo se ve pequeño a su lado, y las cosas tiene un extraño brillo anaranjado, cuando no directamente sangriento.

Hoy es una noche de sangre, así ha sido desde tiempos inmemoriales en noches como estas. La sangre hierve, el calor nos enloquece. Hay un zumbido molesto que amortigua cualquier otro sonido. La tensa calma que precede a la locura. Todos tenemos las armas en la mano, y la mano oculta de la vista de los demás. No quiero mirar a nadie, no quiero que me miren. Esta noche somos monstruos que derraman sangre, somos bestias incontrolables, espectantes a la espera del primer movimiento brusco, la primer mirada directa, el primer grito, la primera exclamación entrecortada y gutural, el primer hilo rojo resbalando sobre la piel sudorosa.

Preparo mi daga, mientras mido la distancia que me separa de mi compañero, quien cada vez respira con más rapidez. Veo su cuello palpitante; el casi imperceptible temblor de su brazo que me indica que está a su vez a punto de atacarme. De repente, una nube traicionera cubre la faz anaranjada y un grito colectivo marca el inicio de la matanza.