viernes, enero 27, 2006

La mujer de hielo

Los relámpagos azules de sus ojos fulminaban con un latigazo de desprecio a todo aquel que osaba importunarla; era una mujer de hielo, hermosa, con una belleza nórdica, glacial. Sin embargo, yo estaba enamorado de ella y decidí que sería mía. Poco a poco fui venciendo sus defensas, conquistándola con paciencia y malas artes. Hasta el día que por fin la tuve para mí solo. Yo estaba febril; quería hacerla mía, devorarla, quebrar su impasibilidad y hacer que gritase mi nombre como una bestia enloquecida.

La abracé con pasión, haciendo que se estremeciese mientras mi boca dibujaba un camino de fuego sobre su piel. Pude sentir cómo se derretía bajo mi contacto, cómo crecía la humedad entre nosotros, hasta que se desvaneció en la nada y de ella tan sólo quedó un charco de agua.