jueves, abril 27, 2006

Su dios particular

Nada importaban sus caprichos, sus adicciones, la más extraña perversión, todo era posible y permisible, tan sólo porque él así lo deseaba. El solo tacto de sus dedos bastaban para encenderla, y bajo sus expertas órdenes era capaz de realizar proezas inconcebibles. Era su dios particular, y a él estaban dedicados todos sus esfuerzos y sacrificios.

Su mundo era idílico, hasta el fatídico día en que ya no pudo seguirle el ritmo ni cumplir todos sus caprichos. Tuvo que soportar la ignominia de ser reemplazada por una versión más joven de sí misma, soportar la ofensa de su blancura inmaculada, sus curvas tan suaves... y recordar que ella jamás lució tan bien.

Se había transformado en una inutil, un estorbo al que tan sólo correspondían miradas de condescendencia o desprecio, y cada día se le arinconaba más. Hasta que llegó el día en que él sintió nostalgia y quizo darle una oportunidad. Ella se sentía electrizada, trató de dar su mejor esfuerzo mientras sentía ese fuego interno que la abrasaba al querer seguirle el ritmo. Ese fue el final, una descarga quemó su tarjeta madre y echó a perder su disco duro.

miércoles, abril 05, 2006

La bailarina de silicio

Era su mujer perfecta. Lo supo al mommento de verla sonreir. Lo supo en el momento de escuchar su risa de cristal.

Era pequeña y fragil, al menos en apariencia; dominaba varias lenguas, sabía de arte, música y literatura: Toda una geisha de última generación, acorde con llos más exquisitos gustos occidentales. Cada paso era sutil, parecía bailar eternamente.

Era una bailarina de silicio, sonriendo desde el otro lado del exhibidor, sonriendo solo para él.

Ojala estuvieras aqui

Oigo el agua fluyendo a mi alrededor, su suave movimiento que me mece y arrulla. Siento la cálida corriente de aire que me trae olores inimaginables: dulces, ásperos, a veces amargos. Y la fauna salvaje se deja sentir con todos los ecos y murmulllos, chapoteos, gritos y jugueteos propios de cada especie.

Es tan agradable esta sensación de paz, de descanso. No sabía cuanta falta me hacía, pero ahora no la cambiaría por nada. Solo de vez en cuando hay que soportar al payaso ese y su eterna cantinela, pero tiene razón: Aquí abajo todos flotamos.