viernes, diciembre 22, 2006

Dulcemente suicida

La veo una y otra vez, y no puedo reprimir ese sentimiento de ternura que me embarga. Aún recuerdo la primera vez que se cortó las venas, se veía tan indefensa en esa cama de hospital, con las muñecas atadas a las barandillas para evitar que se hiciese daño. Y meses después, cuando la ingresamos por ingerir un frasco completo de pastillas... Sus ojos hundidos en las órbitas se veían tan tristes que daban ganas de correr a abrazarla y protegerla, más cuando veías esa sonda que le entraba por la nariz y le llegaba al estómago. Incluso ahora no puedo evitar un rapto de ternura viéndola colgar mansamente de esa cuerda en el ático, cual un dulce ángel de blanco camisón, con los negros rizos desmadejados sobre su amoratado rostro.