sábado, septiembre 29, 2007

Sus manos

Le gustaba toda ella, sus ojos color oliva, su cabello castaño que caía como cascada sobre la curva de la espalda, la sonrisa cálida que le dedicaba. Pero sus manos, ¡Ay sus manos! Sus manos eran unas cositas rechonchas y minúsculas que desentonaban con el resto de su anatomía. Esas manos regordetas más parecidas a las de un crío de guardería que a las de una mujer sensual le acababan matando siempre la líbido. No había forma de concentrarse en las redondeces de su pecho y su cadera, inevitablemente su mirada terminaba chocando con esas manos. No podía evitarlo, le desagradaba su tacto, lo corto de sus movimientos, la pequeñez de sus uñas, la semejanza con las manos de una muñeca pepona. Y es que esas cositas jamás podrían cumplir su más grande anhelo, ni siquiera alcanzaban para abarcar su garganta y hacer la presión suficiente para arrancarle la vida.

martes, septiembre 25, 2007

Los niños

Hace horas que oigo su llanto. ¿Los escuchas? ¿Escuchas ese quejido amortiguado que se acerca y aleja conforme sopla el viento? No, no se trata de las corrientes de aire ni la tormenta que aulla contra la casa. Se trata de ellos, de los niños. Simplemente escucha.

Los he oido llorar desde que invadimos el solar, desde que interrumpimos sus juegos, desde que empezamos la construcción de ese edificio gris de oficinas. Los oigo a través del patio, a través de las gruesas paredes de este dormitorio. Los oigo, no importa que hace meses que hayan muerto aplastados por mi aplanadora, siguen llorando una y otra vez y no tengo forma de consolarlos.

lunes, septiembre 24, 2007

Mina

La sonrisa de Mina ha empezado a florecer, y con ella mi esperanza de que por fin sus heridas empiecen a cicatrizar. Aún recuerdo cuando su mirada era límpida, su risa cristalina y su sonrisa fácil. Ahora mira de lado, su silueta parece haberse encogido, y su confianza en el mundo está fracturada. Y sé que nunca más tendrá esa mirada transparente, sino que estará velada por la madurez y sabiduría que dan el dolor. Mas me conformo con lograr que abandone esa habitación de su infancia en la que se ha recluido por meses, con que sus ojos vuelvan a reflejar una chispa de alegría ante la caricia de un gato o la visita de un viejo amigo. Tan sólo desearía que saliese también durante el día, y que dejase de alimentarse de los viejos amigos, que los gatos como sea se consiguen.

Al ladrón

Maldita burocracia, por eso este país no avanza. Si es que no hay forma, que todos esos funcionarios son unos inútiles. ¡Y lo peor de todo es saber que ese maldito criminal se marchará impune! ¿De qué sirve la justicia? ¿De qué? Si es que esos idiotas son unos cuadrados incapaces de hacer nada sin papeleo de por medio. De nada me ha servido ir a denunciar al ladrón, puesto que no tengo factura alguna que demuestre que me ha robado mi mayor tesoro. Y encima se han atrevido a echarme del recinto, bajo amenaza de mandarme a la sombra unos días. ¡Qué ultraje! Si he sido yo el agraviado, el que ha sido despojado por ese ladrón furtivo. ¡Juro y perjuro por Dios que hasta hace poco yo era el dueño del corazón de esa mujer!

miércoles, septiembre 12, 2007

Follow the leader

El problema en este pueblo de asco es que no se sabe reconocer el talento. He aquí mi brillantez miserablemente desperdiciada por estos pacatos que se rehusan a organizarse para que marchemos juntos hacia un horizonte prometedor. Pero esto se acabó, mi futuro me reclama. En ese pueblo cercano al mar que he visitado el verano pasado sí que saben apreciar mis cualidades y mañana mismo me mudo a él. Pronto todo mundo oirá hablar de mí y mi labor. Prometo escribir seguido, madre. Ahora déjame hacer mi maleta para ese nuevo puesto que me han ofrecido en la aldea de los Lemmings.

Escapismo

El mundo se va oscureciendo alrededor, dejando como única luz visible esa pantalla titilante que muestra un paisaje imposible de tan azul, de tan brillante. Sólo cielo y nubes, pajaros insinuados y olas levemente rizadas por un viento inmovilizado en un segundo eterno. Y en la playa de un blanco casi inmaculado unas huellas que se alejan, y un movimiento que sorprende a la empleada de la limpieza cuando descubre una silueta que se parece al Licenciado Martínez, el que ocupaba ese cubículo hacía solo unos minutos y que a partir de ese día paso a ser un registro en las listas de personas desaparecidas.