lunes, diciembre 17, 2007

La despedida

Te pedí aquella última vez que te quedaras, mas como de costumbre desechaste mis ruegos. Supliqué tu compañía, mas eran sordos tus oídos. No volteaste a verme cuando proseguiste tu camino tras sólo unos breves instantes en éste lugar. Y ahora ya no volveremos a vernos, pues ya no he de esperarte fielmente. Ah, veleidosa luna, amante de un momento. Tan sólo por instantes iluminas la ventana de ésta celda para dejarme una vez más sumido en la oscuridad hasta que de nuevo vuelve a hincharse tu vientre. Pero ésta vez no estaré esperándote, ésta noche no voltearé a ver tu rostro. En unas horas más seré colgado, y sólo la frialdad de mi lecho vacío esperará tu visita de ahora en adelante.