domingo, julio 07, 2013

Gnomos

Veo la niebla a mi alrededor. Diluyéndose en pequeños zarcillos donde el sol empieza a asentarse. La penumbra es agradable, aunque la humedad de este rincón del jardín a veces se meta hasta los huesos. No puedo quejarme, los humanos me han dado un lugar agradable dónde asentarme. Hay aves rondando todo el tiempo, de vez en cuando un zorro o un mapache. Muchos gatos y ratones, arañas, lagartijas... Ya se sabe, toda la fauna de un jardín cerca del campo.
Un lugar agradable, sí. Pero a veces la soledad se impone y me hace añorar a mi gente. Sus voces, sus juegos, las discusiones sobre los temas cotidianos. Una charla con un amigo, una mirada cómplice, una mano en mi mano... Y su recuerdo. Todo el tiempo su recuerdo. Sus grandes ojos azules, su piel de porcelana. Esa dulce sonrisa que iluminaba todo a su alrededor y calentaba mi corazón. Todo se ha marchado. Ahora sólo queda este refugio y la interminable espera sentado en un hongo de fibra de vidrio, hasta que logren romper este hechizo que me ha dejado convertido en un vil gnomo de jardín.