miércoles, abril 29, 2015

Visitas

Anoche no logré dormir. Mi amigo insomnio vino una vez más de visita. Llegó a eso de la una de la mañana, con su paso suave y delicadas maneras consiguió sacarme de la cama e invitarme a una charla profunda en la sala. Hablamos de todo un poco, del trabajo, la familia, las viejas relaciones. Los sueños, los fracasos, los triunfos momentáneos. Y en medio de la charla, ya avanzada la madrugada, tuvimos un desconocido invitado. Sin aviso previo, sin recato ni decoro, le dio por interrumpirnos. En el medio de una calma noche, donde sólo los grillos interrumpían el profundo silencio, unos arañazos sonaron en la puerta. Pero, ¿en cuál de ellas? ¿La del balcón? ¿La de la entrada? Desde mi asiento no era posible adivinarlo.
¿Quién era el extraño visitante? ¿Un gato, un ratón? ¿El monstruo del armario? ¿Un vampiro extraviado? Incógnita no resuelta. Me rehusé a atender a tan inoportuna visita, quien al ser tan flagrantemente ignorada se ofendió y marchó para importunar a otros vecinos.
Pero el daño ya estaba hecho. No hubo forma de retomar la charla íntima,  Los sentidos alertas esperaban la nueva interrupción, el susurro que delatara al visitante, la sombra indiscreta, los ojos brillantes al otro lado de la ventana.